miércoles, 2 de julio de 2008

Comportamiento diplomático

Llevamos unos cuantos días con cierta densidad de ambiente que anuncia a voces una tormenta de verano, sin más, rayos, truenos, agua en cantidad y otra vez el sol reluciendo por todo lo alto. Todo esto metafóricamente hablando, para evitar decir, llanto en cantidad por ejemplo o broncas sin ton ni son.
Hoy, como tantos otros días, tenía que hacer un trámite para solicitar permiso de aparcamiento en una entidad que admiro. Cuando fuí a rellenar los papeles me quedé de una pieza por los requisitos que debía cumplir para poder acceder a ella, no me lo podía creer, ya que es una plaza para minusválidos y lo que tuve que escuchar me llenó el corazón de impotencia, de rabia, de dolor puesto que no pensé que la burocracia también afectaba a organismos como estos. Las lágrimas no las pude controlar, así que dejé sanjada la cuestión, porque hablar en ese estado con el responsable no hubiera hecho más que deteriorar mi propia imagen y a estas alturas , con todo lo que llevo encima lo dejé para más tarde. Mi hijo hizo su actividad, lo llevé a casa, me lavé la cara, me cambié de ropa (a todo esto dándole vueltas al tema en la cabeza) y regresé para hablar con el Director. Tuve que esperar, en el interín hice un manuscrito sobre lo que quería y además aclaré las ideas sobre lo que iba a decir.
En realidad, luego de la espera, vino este señor, le expliqué la situación y también le pedí que me remitiera a la ley, reglamento o estatuto que hiciera referencia a la orden que me había sido comunicada porque no estaba de acuerdo con ella y quería poner una reclamación al respecto, por considerarla totalmente irracional e injusta. En fin, que hablé con una serenidad pasmosa, este señor "aparentemente" no sabía ni había dicho nada y esto del boca a boca de los subalternos fue lo que hizo que esta situación se desmadrara.
Como conclusión de esta experiencia, quiero autofelicitarme por mi comportamiento diplomático, por haber tenido la sangre fría en el corazón y la mente para decir lo que tenía que decir, para aclarar lo absurda que era la situación y sobre todo por haberme enfrentado a ella y no haberme quedado con el "no" inicial. Yo que soy por momentos una bomba de relojería suiza a punto de explotar, hoy he sido diplomática y he conseguido que mi hijo tenga lo que por derecho le corresponde su plaza de aparcamiento.