lunes, 26 de julio de 2010

Volver

Cuando me marcho de algún lugar no suelo volver, no sabría explicarlo, es algo más fuerte que yo. Sin embargo, la vida con sus vueltas me hace regresar a caminos que no quiero recorrer, ni siquiera de paso. Hoy fui al hospital donde mi hijo estuvo ingresado muchos meses y por aquella época todo estaba en obras, hoy está renovado y no se parece en nada al que era. Aunque en esencia se mantienen las formas, en algún lugar de mi corazón se abrió la puerta al recuerdo, un recuerdo que no quiero olvidar ni tampoco mantenerlo en el día a día porque me duele, me duele el tener que haber pasado por allí, me duele la historia que viví y sé que soy afortunada a pesar de ella.
Tengo una herida abierta, una herida que no cierra, una herida que sangra cuando regreso a un pasado que me marcó en lo que más puede doler, el corazón. No suelo mirar atrás, no quiero mirar, y aunque no quiera no puedo evitarlo. La vida sigue su curso y cuando me cruzo por lugares en los cuales sufrí mucho no puedo ser objetiva y la sensibilidad brota por los poros de mi piel. El nudo se forma en la garganta y las lágrimas caen sin control. Me ahogo ante estos recuerdos, sin embargo, son solo eso, recuerdos, que me hacen ver que a pesar de todo, soy afortunada por tenerlos, rememorarlos y contarlos.

miércoles, 21 de julio de 2010

Las despedidas

No llevo muy bien las despedidas, ni las que duran un corto periodo de tiempo y ni hablar de aquellas que son definitivas. Solemos recorrer caminos juntos, compartimos momentos que son únicos y nos distanciamos porque la vida nos marca otro camino.
No perdemos el contacto, sabemos el uno del otro sin embargo vamos envejeciendo y la vida se nos va escapando entre las manos. Los años, la soledad, la enfermedad se han llevado a mi querida Ana Zoilo. Trabajamos juntas muchos años, era muy meticulosa con su trabajo, lo quería "perfecto" y tenia una letra muy bonita (por aquel entonces los ordenadores no existían), aprendí de ella ese orden y siempre protestaba por algo, por más que hicieramos lo que ella nos decía. Por sus manos pasaban todos los papeles que por aquel entonces habían, y cuando no faltaba una firma, faltaba un código, siempre nos reñia, siempre la escuchábamos rezongar por algo. Mi querida Ana, qué lindos recuerdos tengo de vos, porque a pesar de tus carantoñas nos querías y sé que siempre has estado a mi lado. Te has ido y yo siento un dolor muy profundo en el corazón por tu pérdida.
Allí donde estés, que sepas que te quiero un montón y que una parte de mi se va con vos.