sábado, 27 de junio de 2015

Vieja recalcitrante

Me estoy convirtiendo en una vieja recalcitrante, a más años peor.

Ir al cine y que coincida un grupo de adolescentes detrás de uno, es decir, en la última fila puede convertirse en una pesadilla. Van de acá para allá, hablan en voz alta, utilizan el móvil (bueno, esto no es sólo de los adolescentes, muchos adultos también lo hacen), cargan con súper paquetes de palomitas que se tiran unos a otros y caen sobre tu cabeza.

Por no decir, de un mocoso ordinario llamado Pablo que cada dos por tres se tiraba “pedos” y todos festejándole la gracia.

Me tuve que dar vuelta y decirles que por favor se callaran y que dejaran de tirarme palomitas, pararon, lo que tardé en volverme. En la sala había dos grupos de estos adolescentes, y cual animales se comunicaban con el otro que estaba en la otra punta con silbidos. 
De los adultos que había allí, ninguno, pero ninguno dijo nada de nada.

Seguramente como voy dos veces al año al cine esta evolución “involución de comportamiento social” me pilla de sorpresa y es lo habitual en una sala de cine.

Cuando terminó la película, salieron como animales salvajes, escaleras abajo, corriendo y chillando, comportamiento que como digo, quizás sea el habitual de un tiempo a esta parte.

La sala tiene moquetas y asientos oscuros, las palomitas estaban desparramadas en el suelo, en las butacas y en todo aquello que las hubiera contenido de su vuelo, un chiquero en toda regla.

Si lugar a dudas, pensar que la educación brilla por su ausencia es característica indudable de me estoy convirtiendo en una vieja recalcitrante.

De la película... ya ni me acuerdo.