domingo, 5 de enero de 2014

Recuerdos de pizarrón.

Foto: Claudia García

Al ver el pizarrón hurgué en el  baúl de los recuerdos. En la memoria tengo momentos inolvidables con él y de algunos de los profesores que me llevaron “al frente”. Algunos de ellos marcaron “amores” de por vida, otros simplemente pasaron sin pena ni gloria. Aquellos que si dejaron huella, es indeleble. 

La primera fotografía metal que recuperé fue de nuestro profesor de literatura y/o lengua, Mónaco. Nos hizo un examen, me descontó un punto por no haber puesto acento/tilde en “había”. Ante su duda, (mi letra era minúscula) me hizo pasar al frente y escribirla, y cometí el mismo error. Nada un punto menos. Luego repetimos y sabía que había escrito todo bien, pero …. esta vez no vio mi acento y por más que le reclamé no me cambió la nota. Creo que por aquella época buscaba la parte artística de nosotros, propuso un concurso de cuentos breves  y María Antonia Artola lo ganó. Amaba los libros, la buena escritura y era un hombre sereno, con una gafas cuadradas y gruesas. 

De él conservo ese amor por la “buena letra”, por los libros y por todo lo que tenga que ver con “viajar en el tren de la palabras”, y sin ninguna duda, por amar nuestra lengua, por intentar escribirla bien y por no dejar de aprender su correcto uso.

Otro de mis amores, han sido los números, ¡ah! ¡qué locura! y Nina Andreu los explicaba de maravilla. Tuvimos una compañera que estuvo de paso y los amaba, para ella eran la perfección, estaba enamorada de ellos y creo que Pitágoras era su dios. Parece contradictorio, letras y números, sin embargo, son dos de mis pasiones. Luego, con los años vino María, una profesora española que al igual que Nina también amaba la enseñanza y los números, claro.

También estaba Lilian Berges, (no estoy muy segura del apellido), profesora de Geografía, de estructura delgada, con el pelo largo y siempre perfecta de los pies a la cabeza. Me encantaba su elegancia y cuando nos contaba de sus viajes por Europa yo soñaba con hacerlos algún día. Lo de la elegancia y sus formas tan delicadas no estaba en mi imitarlas, pero viajar, eso sí quedó arraigado en mi.

Recuerdo un día que teníamos clases de Biología con “La paloma”, apodo con que reconocíamos a nuestra profesora. Ya ni me acuerdo de su nombre. Era maciza, redondeada y maciza. Venía a clases muy elegante, era mayor, con su pelo arreglado de peluquería, y un portafolios. No volaba la mosca en sus clases, le teníamos un respeto o miedo que se notaba en el aire ni bien entraba al aula. 

Me había estado estudiando un tema al dedillo, y nos había dicho que nos lo preguntaría. Sacó el listado y dijo: “Cardozo al frente” la primera. Me quedé lívida, me levanté del asiento y me salió del susto, que “no había estudiado” y respondió: “un cero”. Me quería morir… 

En fin, algunos recuerdos de esa etapa que vivimos bajo el mismo techo y durante cinco años unos cuantos compañeros del Instituto Fray Mamerto Esquiú, de Mar del Plata, Argentina. De esto ya hace 35 años.






miércoles, 1 de enero de 2014

¡2014!

Comienza el año, un año que ojalá sea mejor que el que dejamos atrás. Creo que a pesar de las vicisitudes de otros años no había experimentado tanto satisfacción de terminar con 2013. En lo general seguirá todo igual, soy realista, pero en lo personal es donde pienso aplicar cambios o proponerme algunas metas. Metas que no sean imposibles de cumplir y que me permitan continuar trabajando en mi crecimiento personal, ampliar conocimientos, seguir disfrutando de los amores de mi vida y de la vida.
Obviamente que dejaré que 2014 me sorprenda, sin embargo, intentaré trabajar para lograr mis propósitos. En estos momentos escucho el concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena, dirigida por el Director de Orquesta Daniel Barenboim, y una vez culmine el año nuevo empieza su andadura. Espero que sea un buen año para todos y que sobre todas las cosas sean felices.