Siempre me gustaron los colores, colores para usar y colores para la vida.
Los
colores tienen un significado, representan una emoción.
Sin
duda el negro no es un color de mi vida, sin embargo le reconozco el valor
de la formalidad y la elegancia que tiene, de la uniformidad en determinadas
situaciones o específicas de lugares de trabajo.
Hoy
estoy rompiendo con un molde que durante años ha rondado mi cabeza, y que
durante mucho tiempo me limitó con respecto a la utilización o al placer de
usar colores.
A veces
tomamos como referencia a alguien a quien le atribuimos todo aquello que
nosotros no somos, ni tenemos por asomo o que creemos que no lo poseemos (esa
es otra historia).
La
cuestión es que las palabras marcan y uno en su inocencia, en su incredulidad
cree que esa persona está en lo cierto, por edad, por experiencia, por el
respeto que uno siente.
Ahora
con mis colores, con la edad que tengo y con las ganas de disfrutar de ellos rompo con ese modelo de juventud que no tiene nada que ver con el uso o no de
colores, sino con la estrechez mental de cada uno o la época que se vive o con
un modelo restringido.
Obviamente
que con el transcurso del tiempo, con la madurez propia (aunque interiormente
la niña que soy se mantiene pendiente, curiosa e inquieta) vamos creciendo y
atendiendo a nuestras necesidades internas que nada tienen que ver con los
modelos de antaño.
Siempre
he puesto un toque de color, y cada vez que lo he hecho he sentido la
“autocensura” de lo aprendido o de lo escuchado:
“Los colores, su uso personal, en
estuches, cuadernos, libretas es sinónimo de inmadurez, de infantilismo”, (algo
así retumba en mi cabeza) y ha sido una lucha permanente con ese falso consejo.
De
un tiempo a esta parte, por no decir de unos cuantos años ahora, el color forma
parte de mi vida, en mi entorno, en mi vestuario, en el día a día. Amo lo
colores, me encantan, los disfruto, y ahora con esta nueva técnica de
dibujo-pintura (acuarelas) que estoy aprendiendo de forma autodidacta los
utilizo, mezclo y me dejo sorprender.
Hoy
he decido terminar con un estereotipo y seguir descubriendo un mundo nuevo a
través de un papel, acuarelas (godets o lápices) de muchos colores y agua, mucha agua.