En un puesto callejero
de cosas de segunda mano y antigüedades me llamó la atención un cédula de
identidad, fotos y otros documentos.
Debido al precio que pedía el vendedor al
ver mi interés me quedé con la cédula de identidad con la intención de escribir
al respecto. De esto ha pasado ya un año largo y fue en
Buenos Aires, Argentina.
Hoy quiero hablar de Doroteo Fernández,
nacido el 6 de febrero de 1882 en Valladolid, España.
En el año 1936 se hizo su primera cédula
de identidad en la República Argentina, y la que obra en mi poder es un
duplicado realizado el 14 de septiembre de 1954.
Don Doroteo no sabía leer ni escribir, y
en el lugar que le corresponde la firma tiene escrito: “Analfabeto”, la
impresión de su pulgar derecho y una fotografía.
En Argentina por
aquella época la inmigración era frecuente y el primer lugar lo ocuparon
italianos y en segundo, españoles. Las historias que oíamos a nuestros
mayores sobre la forma de viajar para salir de la hambruna que estaban viviendo
en España eran espeluznantes.
Padres que enviaban a sus hijas en grandes
barcos, hacinados, un atado con las cosas básicas, desde la más pequeña a la
mayor, y de tres sólo llegaron dos porque la del medio debido a las condiciones
del viaje enfermó hasta la muerte y el mar fue su lugar de descanso eterno
junto con tantos otros que no resistieron la travesía.
Llegaban con lo puesto para trabajar, las mujeres de sirvientas en
casas de los señoritos de la época y los hombres al campo. Trabajaban y
ahorraban para comprarse el terreno y hacerse la casa.
Luego se reunían en asociaciones en las
que los “gallegos” se conocían, se casaban y formaban su propia familia. Él
andaluz, ella valenciana; y todas las combinaciones posibles entre las
distintas comunidades, sin embargo, para todos nosotros eran “gallegos” y
“tanos”.
Doroteo Fernández ha sido uno de los
tantos inmigrantes que seguramente con su esfuerzo, con su trabajo, con su vida
aportó su granito de arena para engrandecer la tierra que le acogió y en ella, en algún
lugar, sus restos estarán. ¿Habrá tenido hijos?, vaya uno a saber.
Simplemente he recuperado un nombre, un
apellido y con él quisiera homenajear a
todos aquellos que de una manera u otra
han salido de su país, y han asumido como propio el país que los acogió sin
olvidar sus raíces.