viernes, 24 de octubre de 2014

Nueve años sin vernos, nuestro primer encuentro.









A veces puede parecer que vamos por caminos opuestos, otros son paralelos y sí la vida tiene esas contrariedades. Sin embargo, hay un punto en el que nuestros caminos se cruzan, somos jóvenes y nos une un día a día bajo el mismo techo, o un pupitre o una tarea. 

No podemos congeniar con todos nuestros compañeros de escuela, ni de la primaria ni de la secundaria, ni podemos ser amigos de todos, no nos engañemos. Es cierto que hay amistades que se unen por lazos, algunos más finos que otros. Unos se desgastan, otros se afianzan con mucho esfuerzo, otros se fortalecen y otros simplemente nunca llegan a existir, así de claro es.

Personalmente he sido una persona complicada, mi sed de libertad y aventuras no era compartida, de hecho creo que en más de una oportunidad me he sentido como sapo de otro pozo. No es que ahora, con la edad, haya cambiado mucho. No, sigo igual con la misma sed, tanto de libertad como de aventuras, de disfrutar de la vida. Sin estos dos ingredientes no sería quién soy. Si bien la vida se ha encargado de ponerme algunos frenos no puedo evitar salirme por la tangente. 

Pero a lo que iba, nueve años sin vernos y la sensación de haber tomado un café ayer, de no existir ni tiempo ni distancia. Un abrazo fuerte, de esos que te funden con el otro, que te mueven cada una de las fibras de tu cuerpo, y esas lágrimas que brotan de la emoción, de alegría por volver a encontrarnos.


Hoy nuestra amistad sigue viva, somos distintas, soy distinta, sin embargo existe una afinidad invisible que nos une, una afinidad que a pesar del tiempo y la distancia hace que cada encuentro sea ayer, y que mañana sea hoy. 

¡Gracias por estar Peki querida! 

Continuará ...

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