martes, 25 de diciembre de 2012

Nuestra Nochebuena.


La vida da tantas vueltas que a veces nos mareamos con ellas. Sin embargo, con el tiempo nos suele regalar momentos que nos sorprenden. 
Esta Navidad ha tenido el encanto de resarcirme de emociones que renuevan las energías del corazón.
En un primer momento pensé que iban a ser unas navidades muy aburridas, quizás porque he notado que nuestros mayores a medida que pasan los años se van quedando estancados y de pronto todo se maximiza por lo negativo, y repiten hasta la saciedad lo mismo o simplemente su memoria reciente no les permite almacenar la información y preguntan otro tanto de veces por lo que se les dijo un par de segundos atrás. Sin embargo, ¡qué equivocada estaba! 

Había olvidado que ellos tenían un pasado, una juventud vivida y que tenían historias que contar, muchas de ellas muy divertidas. 
Se juntaron dos del año 1932, uno de 1936 y otro 1942 aproximadamente. Tres mujeres y un hombre. 
Mientras nosotros cocinábamos ellos se pusieron a charlar y desde la cocina podíamos oír sus diálogos, sus recuerdos, sus risas. Que si Mar del Plata era por aquellos tiempos así, si mi marido aquí, que si mi perro, este tema duró largo y tendido saliendo a relucir todos los perrukitos que habían dejado recuerdos imborrables en sus memorias. Hoy Rocco y Nene llenan sus días respectivamente.

Que si yo conocí esto y el otro respondía, que yo también pero ya no existe más, referido a tiendas, supermercados, etc. ¿Vos te acordás de esto? Si... si ... estaba por la calle tal o cual. Con el mismo nombre hay en Mendoza uno, ¿vos te acordás? entre la calle y la calle. Y así discurrían sus diálogos. La política obviamente no podía quedar fuera, claro que pasamos desde el tiempo del ñaupa hasta hoy.
Cada uno se expresó sin ningún tipo de condicionamientos, todos se veían jóvenes y entre todos crearon un ambiente tan agradable que viéndolo desde fuera era como si hubiesen rejuvenecido y sus cuerpos, sus arrugas, el paso de la vida no fuera con ellos. Los hemos escuchado aportar sus opiniones, defender sus ideas, y sobre todo reír a carcajada limpia y nosotros también hemos reído con ellos entre los vapores de las cacerolas humeantes, a pesar de que a veces perdíamos el hilo de la conversación. 

La risa, el buen ambiente lo invadía todo y nosotros disfrutábamos de ello. Lo increíble es que no hubo en ningún momento mal rollo, fue como si el verdadero espíritu navideño se hubiese quedado en nuestro salón y nosotros inmersos en él. Ya en la mesa, servimos el menú de la noche, una entrada con lonchitas de jamón y pan; de primero: una sopa de calabaza; de segundo: solomillo de cerdo con salsa de champiñones y crema acompañado de papas hervidas, y de postre: ensalada de frutas. No hubo excesos, se hizo lo justo para no tener que estar comiendo restos toda la semana y los comensales saborearon cada plato, sin poder evitar preguntar por los ingredientes o la receta. Un tema archiconocido en nuestra familia y que nos viene de herencia como es la cocina no podía faltar. Tomamos vino blanco y brindamos. Brindamos por la vida, por la salud, por nosotros. Y la paz reinó en nuestra casa esta Nochebuena, una paz que se podía palpar en el ambiente y de la que todos disfrutamos.

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