domingo, 7 de julio de 2013

Desayuno con vinagre



En muchas ocasiones nos encontramos en situaciones de contacto con el otro por necesidad, una necesidad imposible de rehuir. Estas necesidades están relacionadas con oficinas, entes públicos o privados, con los que tenemos que interaccionar por obligación, ya sea personalmente o a través del teléfono. De una manera u otra, nos encontramos con sorpresas tanto agradables como desagradables. 

Indudablemente hay personas que están tan quemadas de atender al público que su lenguaje corporal se puede leer de lejos. En la espera se observa que  le supera el tener que repetir la misma cantinela una vez y otra, minuto a minuto, hora tras hora, día a día.... y así sucesivamente. 

Claro que la situación cambia cuando a quien le toca la vez es un conocido o amigo. El rostro se ilumina, la sonrisa le cambia la expresión sombría del día a día y de pronto surge otra persona, una persona que brilla con luz propia por ver una cara conocida, que además de hacer el trámite correspondiente le aporta un poco de aire fresco, un cambio de tono. Pero claro, esa luz dura lo que tarda en llamar al siguiente, y de vuelta nos encontramos con esa persona sombría y harta de hacer el mismo trabajo. 

Al teléfono también nos encontramos con una variopinta gama de voces y de tonos masculino o femenino. El aparato es el intermediario y es aquí cuando quien te atiende creyendo que no le ves, suele expresarse con un registro de voz u otro. La voz es en este caso, el espejo del alma de ese individuo. Muchas personas se olvidan que están en el trabajo, olvidan que están en una entidad púbica o privada, y que como tal no se puede responder con un: “hola”. En más de una oportunidad he dudado de haber marcado el número correcto al oír esta respuesta, cuando en realidad era la oficina tal o cual. 

El teléfono tiene la ventaja para quien lo atiende del anonimato del lenguaje corporal, pero claro, teniendo en cuenta que la voz es el espejo del alma, no hace más que poner en evidencia que esa persona, por su tono de voz en sus respuestas, ha desayunado con vinagre.

La atención al público no es fácil, es una tarea ardua y dura, sea personal o telefónicamente. Es un trabajo que hay que hacerlo y cuanto mejor se haga tanto mejor para quien atiende como para quien es atendido. ¿No le parece? 

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